jueves, 29 de marzo de 2007

El Aranjuez mojado, un descanso entre historias II

PIEDRAS


Imagínense una charla entre ancianos. Una línea tibia por donde los comentarios, de los viejos del lugar, que son siempre los que raspan la historia , envuelven en ropaje de leyenda, el contenido histórico entre verdades a medias y fantasías verdaderas.

Imagínense que esta narración es una pequeña fracción de una de tantas charlas en las que la leyenda es o tiene mas importancia que la verdad histórica sencillamente porque es mas bello lo contado sin espinas aunque aparezca en el relato la sangre necesaria.

Imagínense una bella historia que puede servir de ejemplo para los que miran y no ven, también para los que ven y no hacen y de igual manera para los que sin mirar ni ver luchan apasionadamente toda una corta vida, la suya, para que todo siga como está y en el lugar que corresponda. Sin deterioro, sin desidia por estupideces, sin inoperantes actuando como intelectuales con poder y sin cerebro y sin destructores de los que brota sencillamente la sonrisa de la destrucción de la raíz de muchos porqués de nuestra historia.

Quizás esta sea una peculiar historia, escrita al revés. Algo rara. Un segmento de Leyenda con dos protagonistas. Dos piedras singulares, las mas bellas, que colocadas en el pórtico de entrada del Palacio Real y entre silencios, observan lo que acontece. Para apresar sus contenidos y guardarlos en su interior en conversaciones posteriores.

Estas se llaman Anglér y Anclar.

La Primera es la conciencia. La parte noble del destino. Es la presa fácil para cambios drásticos. Es en resumen la piedra mas valiente que jamás se echa hacia atrás.

La segunda, es la razón. El conocimiento absoluto de los procedimientos. Algo mas cobarde porque en su interior solo hay lugar para los movimientos medidos y la organización perfecta. Todo esta preestablecido entre unos cánones entendidos como de reservada moralidad.

Su posición en la columna es, Anglér, encima. Como sujetándola, debajo, Anclar. Y ambas en la línea media de la columna central de los soportales de la puerta principal de entrada al Palacio Real aquí en Aranjuez. Los testigos directos de todo el que con su soberbia intenta figurarse que se aproxima a la historia y la verdad que lo único que hace es formar parte de un fastuoso convidado de piedra que tiene mucho que decir, pero en silencio.

Les dejo sin mas con la conversación entre Anglér y Anclar...., que disfruten.

Todo queda para el buen entendedor, por ser puente entre la desidia del inoperante y la sinrazón del destructor.


Comienzo

Acaba de salir el día. De sus tinieblas emerge la luz y da al paisaje de Aranjuez tonos de color ceniza. Son las ocho de la mañana.

El patio de Palacio aún está solo. Ni un alma ha querido ser el primero. Nadie, excepto la piedra, se encuentra contemplando la luz desde este lugar... es momento de conversaciones...

Anglér mirando fijamente a anclar... La vida se me acerca de vez en cuando. En ella de forma automática siempre suprimo lo que el futuro, a simple vista contiene, en el primer contacto, la primera mirada, el tímido eco del primer sonido. Esto me lleva a sentirme cada vez menos ilusionado y a ir perdiendo el miedo en el distinguir cuando me moriré de cuando me mataré.

Anclar, sin movimiento despierta de su meditación y contesta....

Quizás sea tu forma de mirar los partos, lo que te hace cada vez mas invisible entre las pasiones. Quizás sea que naciste mas muerto que vivo y lo poco de esa vida regalada se te ha ido perdiendo en el tiempo por un roto del saco de tu vida.

Anglér, sacando el cuello por una grieta, le responde...

Tengo la sensación de ser estúpido, pero no me dejo llevar por las conciencias ajenas, no quiero que nadie, ni siquiera tu, me diseñes un estado confuso en el que la vida tenga mas sentido que la muerte.

Anclar, imperturbable, mirando al horizonte. Buscando el primer visitante...

Si no estuvieras tan borracho de odios y de ganas de ser un filósofo incomprendido y ajusticiado, te dejaría en paz, pero donde tu tienes cruzado los cables es en ti mismo, en tu entendimiento, en la forma de razonar la pérdida de apetito en cuestión de pasiones que te ha hecho ser del mármol mas oscuro y duro.

Pero que te crees, que tras tu desaparición la vida va a producir un crac por tu funeral simbólico. La vida continúa a pesar que muchos de nosotros, en muchos instantes, intentamos que pare, se estacione y calmada por la constante velocidad a la que se auto somete, comience de nuevo. Como no es posible vivimos lo que nos regala, deja o prepara, la existencia.

Anclar, como furioso, se excita tanto que hace que sus caras suden el rocío contenido...

Así está el mundo, todo esclavizado. Asesinos sin sospecha, ladrones robados, pecadores que no les importa la condena y vírgenes fanáticas, inundadas de religión y símbolos a adorar. Dinero y costumbres implantadas. Sangre en las venas. Dolor por amor.

Anglér, tras un espacio de tiempo en silencio, como intentando rescatar toda la atención de Anclar, intentando dominar el ritmo, cauto contesta... La vida, tiene que comenzar como el apetito, de repente pero sin olvidar el horizonte de donde proviene. Es más, cuestionar que nuestra oscura realidad de vida se centra en el interior de la historia, entre Reyes , un palacio hermoso y un convidado de piedra que nos da fama, y reunión de culturas, es repetir hasta la saciedad el amor y el odio que nos sumerge en el día a día. ¿Dónde?, entre nuestras ruinas. ¿El motivo?, para rememorar nuestros propios ancestros cautivos en el recuerdo. Y así poder vivir entre tanta figura.

Es necesario haber nacido saciado entre todos estos trozos de piedra, compañeros nuestros de por vida. Aquellos que a lo largo del tiempo serán nuestros confidentes y los únicos a quien por el momento podremos desear mas que a nada puesto que son vida solamente.

Este es el talón de Aquiles de todos mis males. Saber que soy y no soy ese espíritu eterno que entre pergaminos e imágenes importantes formo parte de un todo que escucha y no huye. Que encima es amante del tiempo y buen consejero.

Angler, sigue, tras hacer una parada por divisar un punto, en movimiento, al fondo, junto a la valla verde de entrada al patio... ¿algún visitante?...

...que solo tiene un enemigo y que éste, es hembra. Buena, lozana, salvaje, imperturbable y corrosiva dama, dueña de todos los “tempus” atmosféricos. Sabes de quién hablo, si, de la naturaleza. Que con su paso del tiempo a mi no me consigue envejecer pero me rompe con juegos de agua y brisas frías.

Por eso es por lo que he decidido morir. Y hacerlo entre lo que los seres vivos contemplan y a mi manera. Sin que la tensión de perdurar me estreche entre las largas manos del deseo de seguir expectante, viendo ir y venir a generaciones por estos lugares llenos de faisanes y piedras de colmenar, amontonadas con infinita delicadeza y sabiduría, dejando los rincones bellos de cunas de arte y figuras monosilábicas ya famosas entre los habitantes.

Figuras muertas en vida, que como actores de reparto confunden al visitante con sus posturas y sus leyendas. Además de sus grietas que es por donde la piedra quiere y puede expresar sus verdaderos sentimientos. Su rencor hacia el escultor que la desnudó del manto general y la puso frente a la luz para bailar con la naturaleza una danza, casi interminable. Su rencor hacia el inoperante dueño que no supo ni sabe, qué dice la piedra. Cuanto menos como tratarla. Y su rencor hacia el visitante que solo ve en la piedra lo exterior, dejándose la salsa del interior, chorreante de verdades ilustres, consejera de una historia escrita entre la luz y en el tiempo.

Anclar, se gira rápidamente y con la sorpresa de haber encontrado la verdad le grita a Anglér...

Entonces es por eso. Por el miedo a perecer. ¿Es que no hay fuerzas suficientes entre todo eso grupo muscular de fuerza de tu contorno, entre toda la sabiduría acumulada, entre todas las ganas contenidas de querer seguir observando el vivir cotidiano?.

Anclar, para. Toma fuerzas y respira para coger mas aliento y sigue...

¿Es que quieres morir como un humano vencido y convencido? No es el mejor camino el suicidio para el descanso. Ni desaparece el terror de no saber bailar con lo natural. El agua, la lluvia, los vientos y el calor del sol son los elementos de los que huyes presa de una muerte por desesperación.

Deja que viaje tu interior por todo el tiempo pasado, que aunque no tengas piernas con que desplazarte vas a ir mas lejos que quién te observa y por amor a todo lo compacto no te mates y te encierres en el recuerdo.

Nace de la piedra, por la grieta mayor, una mano que se dirige directamente a la barbilla de Angler. Algo le ha venido a la cabeza...

El recuerdo es el lugar más inocuo y puro que he encontrado en el transcurso del tiempo. Ha sido mi fuente de inspiración para soportar estoicamente el ataque de los elementos, con golpes cada vez mas soberbios y mas duros, Ya soy viejo para soportar. Golpes, digo, que iban descorazonando mi interior y ya me daba miedo que en vida pudieran sacar a la luz sin esfuerzo todo lo que tanto tiempo he ido, como tú, comprimiendo en el centro de lo que represento. Nunca me ha importado perder parte de las aristas, ni encontrar sucia alguna de mis caras. No he perdido los nervios después de observar como aparecía mi primera grieta, ni siquiera cuando ésta, se hacía mas grande, teniendo como inquilino al hielo del agua.

Su piedra se empieza a poner más brillante y opaca...

Pero encontrarme a punto de dejar de formar, parte del todo, de escupir de mi interior todo ese tiempo y ser respuesta al vándalo o al inoperante, entiende que eso es morir sin contribuir al espacio, es expresar nada en vida y eso es lo que me mata.

Por eso he decidido romperme y no contribuir a que otros inoperantes abusen de mi historia sin pagar un alto precio por mis servicios, que no son tan importantes, quizás, como los que prestan las piedras del niño de la espina y las piedras del Dios Vaco, o las tan mimadas piedras de la fuente de Hércules.

Angler, con voz dramáticamente romántica, dejó escapar sus últimas palabras...

Yo solo soy una piedra de la columna central de los soportales de la puerta principal de entrada a Palacio, título largo para sencilla tarea.

Solo soy parte de la muestra de la belleza en conjunto; pero piedra a piedra, solo mi interior dice.

Pero habla para el que escucha y no para el que observa. De ahí que sea solamente la leyenda quien acerque al curioso las verdades.

En este instante, lo que hacía que el venir de la mañana solo conociese los ruidos del ambiente, dejó paso a un ruido seco, que duró exactamente un segundo y que venía del interior de Angler

-Un largo silencio, separó a quienes se habían encontrado tan apretadamente juntas durante tantos años. Parecía que el convencimiento iba minando, cual cáncer, ambas piedras. Las mas bellas y mejor pulidas de toda la columna.

Entonces entre el atardecer del instante en el tiempo, se apercibió el sonido de una música de baile, que se supone hacía los honores a la piedra, a petición de la naturaleza en forma de cuchillo helado. Y entrando por la mayor de las grietas de Anglér, perforó el ser central; continente histórico, teniendo como testigo a su compañera Anclar.

Y así es como mueren las piedras de la historia, comentó Anclar, preparándose a recibir, por la mejor de sus grietas, la sabiduría contenida de Anglér que chorreante, tras su suicidio, y entre locuras prefirió donar a su compañera todos sus momentos y no regalarlos al azahar.

lunes, 26 de marzo de 2007

El Aranjuez mojado,un descanso en las historias...


Rara es la vez que uno se pone a pensar lo que hizo de mas joven y no actúa como un espejo en la memoria de los demás, recordando entre todos otros momentos, otros ímpetus, otros paisajes...

De pequeños, cuando todavía sólo anhelamos aventuras y cuando raramente la inocencia conduce a las familias sobre la naturaleza, mi hermano y yo jugábamos entre escalas cromáticas de verde, árboles y brisas.

Un ámbito éste que se sirve de los pintores para presumir. Siendo conocido como un lugar feliz de naturaleza y amplio en arboles e historias reales. Es Aranjuez. Nuestro punto de partida, el lugar de origen, algo por qué luchar, la familia, sus muertos y sus recuerdos.

A los nativos, creo, les nace una rara enfermedad del subconsciente que se refiere al exceso de celo de aquellos lugares que le comprometen por su procedencia. Es quizás lo único diferente entre uno de aquí y uno de fuera.

Nosotros dos padecíamos esta rara enfermedad tan común, tal vez contagiada de nuestros padres, tal vez de nuestros abuelos, tal vez sea una epidemia que nos coge a todos...

Y de todo este tiempo, recuerdo momentos intensos en los que, mi querido hermano y yo, vimos el cambiante curso del río, desde su interior.

Porque Padre dijo a Madre que debíamos aprender pronto el uso del nadar para no morir ahogados entre cañas, pochas, patos y barbos.

Así es como recuerdo vagamente que a la edad de tres años, buceaba con mi hermano por el cortado, corriente abajo. De cómo, mi padre, mi gran maestro en todo, nos divisaba desde el castillo de su mirada a un brazo de nosotros, entre aguas de nuestro río, vigilante de nuestras trayectorias, y de como nuestra Madre con su traje de baño, largo y rojo, esperaba expectante que Papá nos volviese a la orilla.

“Era como amortiguar las diferencias entre lo natural y nosotros, el ser humano”

La vida que transcurre y no para, nos dejó crecer y a medida que los años nos alejaban de la niñez, mi Padre se desligaba de nosotros y nadaba a unos brazos de distancia, alejado de los dos.

Ya empezábamos a creer en nosotros, a tomar precauciones con las bajadas del río, a conocer las hazañas del chocolatito, a soñar con largos descensos por sus aguas.

Y mientras, entre baños, aprendíamos a escuchar hazañas; las que contaba mi abuelo, cuando, lejos de la orilla, descansado sobre tantos años, narraba cómo, bosques enteros, bajaban talados por el río. Llevados de la mano de hombres que posados sobre sus lomos, los agrupaban para ganar las corrientes y descender hasta puertos de río, lugares estos, dónde nuestra conciencia se quedaba soñando con poder vivir una relación tan cercana con la naturaleza.

O las de mi padre, que cerca del padre, .... también comentaba, cómo, junto a su hermano y algún amigo, a la salida del colegio, saltaban desnudos desde lo más alto del puente de barcas.

“El puente, un paso de río, por muchas veces mutable y distinto en sus cambios”.

La época de mi Padre coincidió con un puente de hierro curvo, entre miles de remaches y tornillos. Un paso de río con dos tensores metálicos laterales y sobre los que su curvatura, provocaba, en los mas jóvenes, excitantes aventuras lanzándose de cabeza, ¡Claro está desde su punto más álgido!. Todo quizás, para volar, escasos segundos, soñando con transmutarse de ser humano en pájaro y de ave en tronco navegante, entendiendo que estas casualidades no significaran adoraciones extrañas hacia el río, ni ritos paganos, ni formas jóvenes de destacar la intolerancia, Solo cabría pensar que se estaba viviendo, sobre el verde del agua, lo cotidiano :

“El tiempo junto a nuestro río, nos ha ido educando el instinto, a medida que bajábamos, como los troncos sobre sus aguas, desde lo más arriba posible”.

De hecho también nos dictaron los sufrimientos que contrajeron para educar al río, en sus descensos salvajes. Así y a la edad de catorce años, mi Padre y su Hermano, trabajaron, de sol a sol, construyendo alambiques en lugares estratégicos para quitarle la rabia, al agua, y ganar de paso seis pesetas al día.

Porque en Aranjuez, cuando su río decidía ser el protagonista, suavemente aumentaba su furia, sin esfuerzo, como si se tratase de algo rutinario, y a su paso por Sotopavera se desbordaba anegando los campos. Huertas que antes estaban cultivadas y daban al ribereño excelencias tales como fresa, fresón, alcachofa, pimientos, maíz, patata, bruselas, ...

Jamás pensé que me divertiría tanto una historia contada....

Recuerdos de tiempos vividos por nuestros mayores que si sabían. Y en sus historias se contenían la tradición necesaria para batirla sobre sus descendientes. Nosotros. Que necesitábamos bien poco para marcarnos un baño en nuestras aguas, fuese la hora que fuese. De día, al atardecer o de noche, desnudos a solas con la luna y los barbos, que no tienen vergüenza. ¿Recuerdas Victor?...

Nuestras corrientes comenzaban entre el Embocador y el puente de “Salivilla”, unos días arriba nadando en sus aguas mansas y entre juegos de su ladrón de aguas, junto a pescadores, hambrientos de peces prisioneros, allí bajo la presa.

“Ibas a cualquier hora y allí siempre estaba. Servía de ropero, de base para cocinar, de lugar para dar fiestas, de sitio de baño limpio, de atracción turística, de punto solitario para hacer manitas con alguien especial, de altar, de cuna para animales, de cobijo...”

Otros, descendiendo por el río sobre cámaras de tractor, infladas.

“Llegábamos en bici o andando. Transportando una toalla barata y una cámara de tractor muy hinchada. Dejábamos los pantalones y la camisa en la zona seca y con las zapatillas sin quitar, hacia la presa, andando sobre una ancha cascada de un dedo de agua, nos reuníamos en la zona de baño mas común, el centro, dónde comenzaba el “ladrón de aguas”. Allí empezaba todo...y allí todo acababa. Podíamos descender por el ladrón y seguir el curso del río hasta el siguiente baño o quedarnos en la parte de arriba, en lo que denominábamos “la piscina, nadando sobre aguas mansas cultivando el estilo de nado que cada uno desease. Para nosotros dos siempre por el ladrón, por entre sus aguas, fabricando tiempos de recuerdos, momentos de fantasía, debajo de la cascada mas violenta, dónde solo había sitio para el ruido del agua en su torbellino y aire para mas de dos.

Un hueco donde mas de uno ha dado besos cautivos sin otra mirada que la del propio amante, besos diferentes a lo habitual, besos de agua en definitiva.”

No es posible contener

lo espléndido de un atardecer

cerca del Embocador.

Porque ver el agua palidecer

es como sentir el perder

y a su vez apercibir.

Por ello y para sentir el vivir

navegamos por aquí los dos

nadando sin rumbo y sin fin.

Al Embocador en su bajada le seguían lugares mas peligrosos, en los que sus remolinos, motivados por una aceleración mas fuerte de sus aguas, eran capaces de tragarse al mejor nadador.

Por éste motivo, era costumbre navegar encima de una cámara de tractor, asidos de cualquier manera, hasta llegar al rápido más peligroso llamado “la Pavera” y donde el famoso “Mangas” tenía colocada, en un árbol, para nosotros, los jóvenes, una cuerda con una anilla para balancearse y lanzarse al agua.

“El triángulo, de hierro, se agarra con las dos manos y se dan dos pasos hacia atrás para coger impulso. Se lanza uno hacia el río, suelta la anilla y cae “en Bomba” al agua”.

Esta era, sin duda, una manera diferente de zambullirse. “Gracias Señor Mangas”...

Estos descensos los hacíamos unos días con la ropa metida dentro de bolsas. Otros, sin ropa; de ella se encargaría un bendito, en bicicleta, pedaleando por caminos, sorteando el río por las márgenes, parando solamente, en los puntos estratégicos para zambullirse junto a los demás.

“Éramos tantos bajando. Tantos descendiendo, piragüistas subiendo y bajando, gentes en los puntos de baño de menos peligrosidad, patos y pollos de agua ... se creaba tal fiesta al sol frente a tanta naturaleza útil y viva, que nuestros miedos sobre los peligros importantes del río desaparecían llegando a sentirnos, como andando por el patio de casa. “

De este baño seguíamos, por los rápidos ( antes de la curva de la isla de los patos) en la zona del Tubo, hacia el “Chinarral”. Otra parada obligada y donde murió Benja, haciendo lo que todos hacíamos.

El Tubo, era una toma de agua, para el riego, que se encontraba a una altura de unos cuatro metros. En su caída daba con el fondo mayor, por lo que tirarse de cabeza, desde este punto, era casi obligado.

Salvo cuando el río bajaba su cauce y aparecían las tuercas del tubo sumergido, entonces estaba prohibido el salto de cabeza... Benja no debió de darse cuenta.

Este tubo estaba en la parte cóncava de un meandro. Por lo que había que nadar mucho para llegar a la otra orilla. Una playa de cantos rodados denominada “Chinarral” que se remansaba y propiciaba el descanso, después del esfuerzo de tirarse desde el tubo y nadar para volver a hacerlo, repetidas veces...

Descendíamos unos ciento cincuenta metros sobre nuestras cámaras, como si deseáramos emular a aquellos y a sus troncos, y llegábamos al “Cortado” y su playa tranquila.

!Si¡, ya saben, dónde la mayoría de los “naturales” hemos aprendido a nadar. Un meandro del río, de cuya curvatura en la parte cóncava, nace una playa de arena fina y aguas con poca profundidad, en su principio, y profundo y de salvaje velocidad, a medida que uno avanza hacia el interior. Un lugar mágico por el que siempre pasábamos sin hacer parada, mirando todo su contorno, como si recordásemos a su paso quien enseñó a quién...

“El Cortado, dónde Papá y Mamá nos enseñaron a navegar por encima del agua. Dónde perdimos el miedo a morir y aprendimos el significado del río entre nuestras costumbres...”.

Cerca de aquí, sorteando grandes grupos de plantas acuáticas, las “ovas”, y tras pasar por el ojo de un puente de ladrillo, “Salivilla”. El lugar de baño para los niños menores. Aquí parábamos, a beber una cocacola y a reponer, porque nos quedaban aún seis quilómetros de Tajo.

“Estos descensos siempre los hice junto a mi hermano, porque, con él, la naturaleza no me quitaba la serenidad y no sentía entre tantos peligros miedo a morir preso del río.

Si todos buscamos amigos con los que cultivar la alegría, entre baños, yo había encontrado, además, serenidad y cariño sobre las aguas, gracias a mi querido hermano.

Él cogió el testigo a mi padre sobre las aguas, y me custodiaba, justo a mi lado, porque me entendía en mis “nados”. Y las hazañas siempre fueron compartidas.

Porque los dos hemos sido engendrados por una mujer cuya filosofía “natural” sobre Aranjuez nos cedió tras el alumbramiento, insertada, como un “chip” sobre nuestras conciencias, entendiendo que la raíz de toda nuestra cultura tiene como punto de inicio, todo el submundo relacionado con el río, que es bien cierto que nos lleva...”

Y para gastar las ultimas energías recorríamos a nado, empujados por las corrientes, los últimos seis kilómetros de Tajo desde Salivilla hasta el Puente de Barcas. De seguro la mejor de las estaciones.

El puente. De frente le espalda del Palacio Real reflejada en otra presa. Al lado, la cristalera del restaurante Rana Verde. Lugar éste dónde ojos extranjeros miran con asombro el transito imparable de troncos humanos que, fatigados de tanto nado, se secan al sol para marchar ya sin agua a casa y contar a Padre y Madre sobre los aromas del descenso.

Seguro les recordaran cuando ellos hacían, justo lo mismo, sobre estas aguas que nos recuerdan el ayer y que por supuesto ni por asomo se parecen a las que hoy existen.

“...pocas cosas hay, en el hoy, que se puedan echar tanto de menos”.

jueves, 15 de marzo de 2007

El Sable del abuelo

Hace como cosa de diez años que sobre la carretera que une Portugal con España, un lindo puente que bacila con su salto al río Miño, apareció un objeto antiguo reconocido por los habitantes del lugar como el Sable del abuelo.
Y sin embargo no era una espada militar, ni un cuchillo jamonero. Tenia una forma de elegante y quizás sutil espadón árabe de la época de Abderraman II....
Pero eso si lleno de oxido, sin las piedras que iban sobre ella montadas y que sirvieron para pagar mas de un favor en la guerra pasada.
El abuelo ya hacía tiempo que había muerto pero como se sospechaba que su sable era el objeto que le hizo famoso por la obtención de muy buena suerte, todo el pueblo se rifaba su posesión hasta el punto de pelearse hasta la muerte. Diez años y un pueblo que concluye tras una leyenda... que comienza cuando termina la vida de Elefimio, mas conocido como el abuelo de la suerte.
Un anciano de 126 años que rondaba por el pueblo y alrededores con la facilidad de un hombre de treinta. Sus cosechas no se estropeaban, sus animales daban el doble de producto que los demas animales, siempre que jugaba, ganaba y todo lo que pretendía le salía sin esfuerzo. Lo único que nunca consiguió fue una esposa....con quien disfrutar de su suerte.
Por tanto no tenía mas familia que los habitantes de Podemon...
Al morir el abuelo, en su lecho de muerte y de viva voz le dijo al médico, que sobre sus bienes era su voluntad que fueran repartidos por igual entre la gente de su pueblo y su suerte, de igual manera, se repartiera por todos los rincones del mismo. Sus palabras finales fueron, "el sable ha de ser el testigo"
El Abuelo no queria que solo unos cuantos, como el bando del bar, se quedaran con los favores del destino y los demás por contra, el grupo de las fregonas cantantes o el de los señores con caballo o el de los amigos del Alcalde o el de las religiosas del poder del Corazón de Jesús, quedaran a merced de la melancolía sin saborear el éxito que le había regalado la buena suerte ....
Exito a repartir sin negociar ó éxito a negociar sin repartir...
Hay que hablar que en Podemon, pueblo frontera de dos paises, nunca hubo enemigos, ni contrarios, incluso se hicieron una plaza con 36 asientos de piedra, 22 de los cuales llevaban escritos el nombre de cada uno de los habitantes del mismo y el resto de los asientos menos trés llevaban inscritos los nombres de los que solían venir a trabajar de un pueblo aledaño ya en el pais vecino. Los dos restantes no tenían nombre pero solían estar ocupados por el Sr. cura y el Sacristan.... .
Su ley principal, escrita en un bloque de granito en el centro de la plaza, decía " El que no puede sentarse no puede hablar"
Su cultura era la de "todos a la plaza de las piedras a hablar". Sus temas, cotidianos; de si se ha dado bien el agua a los campos o si es noble encerrar a los perros ladradores en las cuevas y por la noche para poder descansar sin sobresalto alguno....

Pero tras la muerte del abuelo, Se preparó una reunión en la plaza y se colocó en su asiento de piedra, encima de su nombre, el sable a esperas de hablar de quien se haria cargo de él y de su buena suerte....

Y así, la imagen de un pueblo sentado en silencio, esperando, pensando, consumiendo aire, preparando la batalla dialectica dejando el cariño en los hogares y cargando como balas las palabras necesarias para conseguir que la suerte del sable se clavara, en ellos, como las miradas.
Es como si el abuelo hubiera iniciado con sus deseos finales el inicio del fin del equilibrio destapando odios, envidias y resquemores...
Sobre un velo de silencios, provocados por una lluvia de miradas llenas de incognitas, un sonido de voz humana rompió el helado espacio con una degenerante petición....
El Señor cura, que haciendo lo único que clavaba a la perfección, se levantó, alzó la voz y dijo.... "antes de empezar quisiera hablar de la aportación a la obra de la iglesia para conseguir dejar la morada de Dios como Dios manda..."
Gerni, hombre rudo de los que acostumbran a vivir en el bar entre humo y cazalla, se levantó miró al cura y comenzó su diatriba.... no soy partidario de dar a Dios mas que lo que deba, y si su miseria antaño era parte de su culmen que así sea en el ahora...
Las religiosas del poder del corazón de Jesús, ¡bueno!, un segmento de tres diminutas ensabanadas....se levantaron y maldecieron por todos los santos, callando bruscamente....Todo daba que pensar que era bastante incomodo hablar de otro tema que no fuera el sable y difícil empezarle...
En ese instante el sable mal colocado en el asiento del abuelo, perdió agarre y rozando la espaldera se fue cayendo, poco a poco, hasta que acabó en el suelo cerca de la pieza de granito donde estaba inscrita la frase de las sillas de piedra...
Con el ruido de su caída todos excepto el sacristán se levantaron rápidamente y clavaron sus ojos en el sable. Nadie dio un paso para recogerlo, entonces desde su lugar el Doctor, albacea de Elefimio, elevo la barbilla y comentó.
"El sable, que tantos años a dado la luz al abuelo, nos ha traído la oscuridad al pueblo tras su muerte".
Yo no quiero su suerte negra.Me retiro a pensar y mañana escribiré en el papel de las preguntas mi decisión definitiva al respecto.
El papel de las preguntas era un ingenio de D. Baresnio alcalde y gente de posibles del pueblo, igual de vago que de rico. Mediante este sistema controlaba las sesiones de las sillas de piedra
con respecto a sus obligaciones y a los perjuicios sobre sus negocios propios...pero la gente sabía por la vida lo que los libros no negocian ni enseñan y le traían en jaque con este su supuesto sistema volviendole loco con mil cuestiones diferentes.....A la postre, el Alcalde vago, como todos los mandamases, cedía siempre a la voluntad de las sillas de piedra... y por ende a la de sus vecinos....

Tras las palabras del doctor todos los sentados,excepto el Sr. cura y el Sacristán,decidieron hacer lo mismo y así aliviar la tensión que sobre ellos posaba el sable, por lo que se levantaron de nuevo y se marcharon sin hacer ni un solo comentario.

Otra vez se quedaba solo el abuelo, a excepción del Sr. cura, que al no solucionar lo de la obra de la iglesia no se podía levantar de la silla del mosqueo que sobre su conciencia planeaba...
El bar estaba lleno, las calles recibían una procesión del corazón de jesús, el alcalde, que no quería estar solo, montaba una fiesta en el patio de su casa, las fregonas cantantes se reunían en la escalinata del casino y cantaban su repertorio y los caballeros a caballo se iban a montar en una marcha nocturna que como en todos los casos duraría hasta que saliese el alba y con el alba, los primeros rayos del Sol.
Este sería el momento de volver, de enfrentarse a la leyenda o de sucumbir a la magia. Pero había que echarle redaños y volver. Ser uno mas ante la decisión de quien y de porqué... y este sería el final desde el que se elevaría la nueva figura del hombre o mujer del sable para su propio beneficio y para la tranquilidad de todos.
Pero una vez acercados todos con su papel de las preguntas, donde cada uno había propuesto tanto una pregunta como una respuesta (de porque fulanito y el motivo...), sobre las sillas de piedra, el fin del problema acaeció, como caído del cielo; no estaban ni el cura ni el sacristán ¡ni el sable!, ¿es posible que de un disparo hubieran sido abatidos dos pichones?.
Habían desaparecido dos causas, dos problemas. La ingravidez les sometía y despechaba de forma natural una sonrisa. ¡El sable había desaparecido! y las sillas, donde se sentaban el cura y el sacristán, estaban vacías.
Por primera vez en la historia del pueblo se descansaba sin tensión en las sillas y se comenzaba una conversación sobre asuntos banales sin que apareciese entre ellos ni Dios, ni el abuelo...
El mundo podía respirar, aunque antes también lo hiciese....
Del cura, se supo que se marchó del pueblo cansado de pedir sin conseguir, dejando, a las religiosas del poder de Jesús, lo que quedara de Iglesia. El sacristán por tanto se liberó de sus obligaciones y decidió ver lo que el mundo esconde tras de cada montaña y se hizo aventurero...
Y del sable nadie mas supo excepto que la leyenda cuenta que en la silla del abuelo se encontró una flor y un papel escrito en el que ponía, con letra muy bien escrita, "el sable para quien lo busque"...

miércoles, 7 de marzo de 2007


TITULO: Varias maneras de morir, mas que eso.


En el alto ingenio de los sueños descubrí que cada uno de nosotros, expulsa de forma radical el miedo a la muerte, pero experimenta el acercamiento en esas horas en que los sueños son profundos y metafóricos. Lo bueno que tiene cuando sueñas es que te caes por un barranco infinito y nunca llegas al tope o te introduces por un agujero sin final o luchas contra malos y cuando empiezan a clavarte largas espadas.... no mueres. Te despiertas sobresaltado.

Esta forma de morir incluye en su capa protectora un toque de ridiculmundus. Algo así como alucinaciones graciosas que esconden el miedo.

Pero este terror existe y es tan fuerte que te deja la sustancia una vez despertado y su recuerdo hace que cueste volver a conciliar el sueño quizás por miedo a volver al mismo lugar de antes y comenzar de nuevo la locura...


1.- LA ESPINA

Dolgo slia tenía 20 años cuando al salir de casa cerró la puerta clavándose en el dedo índice una pequeña astilla. A esto nadie le da la menor de las importancias. Él se sobresaltó al sentir un pequeño picor ácido sobre su dedo que fue desvaneciéndose con el paso de breves minutos de paseo.

No se sentía mal pero su mente le trabajaba una idea sobre el cuerpo extraño y la importancia de regresar cuanto antes a casa para sacarlo del dedo.

En su paseo se encontró con varios amigos y en el transcurso de su charla, con estos, el dedo empezaba a imaginarse como, ese cuerpo extraño, comenzaba una guerra a modo de invasor que profetizaba un final no muy interesante. Por tanto el dedo, de manera particular, le mandaba al cerebro de Dolgo inquietantes mensajes para que éste contemplase la posibilidad de alejar a sus contertulios mas lejos y dirigir su vida y su dedo a casa para terminar con la invasión cuanto antes.

Esto hacia que Dolgo moviese insistentemente la mano acariciando con algún otro dedo compañero la superficie dónde se encontraba alejado el enemigo. Una y otra vez hasta mil fueron las pasadas inocuas del dedo “sano” que provocaban una subida de temperatura de la piel aledaña y como respuesta la aparición de sudoración sobre el campo de batalla.

El nerviosismo era inevitable. La espina había entrado como un sin casa y ahora comenzaba a formar barricadas empleando a fondo bacterias y productos químicos derivados del barniz.

Los amigos celulares de la carne del dedo índice empezaban la batalla primera enviando sobre la astilla pulsaciones más severas y rodeando la nueva cavidad con un conjunto de líquidos venenosos para provocar el mayor número de bajas sobre el enemigo por si el dueño del dedo no intentara, por el momento, expulsar al intruso de su nueva posición.

El dedo era el que verdaderamente estaba preocupado, y por ello le preguntaba al cerebro de Dolgo si algún otro de los dedos de la mano tenía las mismas sensaciones o el mismo problema. En un caso así, un problema compartido es medio problema...

Pero su insistencia no encontraba más que silencio en la lejanía. El cerebro que se encontraba haciendo los honores a los amigos de Dolgo en una conversación de esas en las que hay que prestar atención, no podía mantener un segundo frente abierto y se limitaba a confundir las sensaciones que mensaje tras mensaje le mandaba el dedo afectado sobre su problema cada vez mas “problema”.

Lo cierto de esta historia es que el tiempo juega un papel no decisorio pero si de cierta importancia, en la medida que los agentes enemigos comiencen a colonizar los aledaños del hueco generado de forma agresiva por la astilla. ¡Caspita!, No tengo refuerzos que me ayuden, ¡Dios!, Estoy totalmente solo. Ni siquiera mis cuatro compañeros pueden y los otros cinco del sur no han recibido ninguna orden del Cerebro.

Esta guerra es una mierda. ¿Qué importancia tiene mi dedo, si no es más que eso, un dedo? Si tratásemos con al menos con el dedo índice que es el que señala y esto ya es trabajo importante. O si fuera el dedo gordo que nos ayuda a coger aquello que deseamos..., esos si son importantes pero el resto somos como extras interesantes, actores de bulto, igual tambien imprescindibles... 

Y una espina maldita en uno de ellos es un mar en un charco....

El referido dolor empezaba ya a ser molesto, y el dedo seguía en su afán de mandar al cerebro informaciones eléctricas sobre la marcha de la batalla y el número de bajas y solo recibía de algún pequeño órgano de mando unas exclamaciones pulsatorias y pequeños contingentes que no frenaban el avance enemigo y producían nuevas bajas entre la escasa tropa. Era tan importante la conversación de Dolgo con esos dos estirados que hacía caso omiso de lo recibido desde primera línea de fuego.

¡Nos van a crujir, capullo! Y tú de reuniones con los presidentes. Así gobierna uno su cuerpo. Que todo el mundo se exponga y yo de cena...

La referencia del dolor es posible que le llegara a Dolgo en el medio de la conversación y el matiz relacionado tenía dos caras totalmente diferentes.... Mientras en el frente de batalla se luchaba a muerte sin contemplaciones y las bajas ya empezaban a alarmar seriamente entre los contingentes allí reunidos, el alto mando no le daba mas importancia de la correctamente planteada en los ejercicios de simulación sobre una escasa fuerza agresora que deliberadamente era consentida en su tarea de infectar la zona de entrada. Obsea que el alto mando lo consideraba mal menor con escasos daños colaterales.

Que jodienda de daños colaterales, estos, estaban haciendo que el dedo y sus aledaños formaran un frente común por la precaria situación en la que se encontraba y el posicionamiento de la aturdidora información que dejaba la astilla supurando. Mientras una inocua conversación entre dos estirados y Dolgo algo mas nervioso con esta nueva situación,dejaba sin respuesta, peticiones  de ayuda sobre tormentosos instantes de dolor.

Los sindicatos militares habían amenazado al cerebro que si en el transcurso de la tarde el individuo no dejaba la conversación y volvía a casa para proceder a la extracción de la astilla del frente abierto, decidirían abandonar su sistema y se unirían a las bacterias y a los productos derivados del barniz de la madera, para formar un solo frente pero ahora unidos y en contra del individuo Dolgo. 

Esto ya parecía más un golpe de estado que un acto de anarquía provocado por la falta de apoyo desde el alto mando aliado…

Era la hora de la Resistencia, que se había mantenido al margen por la poca potencia que acumulaban sus huestes, sin buena artillería, independientes a cualquier impulso motor, diferentes pero a la vez vulgares sin identificar...

Dolgo empezaba a tener grandes malestares en la zona. Su continuo movimiento sobre el dedo ya denotaba que no estaba a gusto en medio de esa conversación, pero ¿Por qué no hacía algo?, ¿porqué no se marchaba a casa o a un hospital?.

Esa era la gran incógnita.

La Resistencia empezaba a trabajar con los servicios secretos, haciendo espías que marchaban hacia la zona como cohetes y se posicionaban cerca de los despojos de las batallas para y camuflándose de manera perfecta, esperar la orden y salir para hacer su trabajo (cirugía de guerra) ya cuando los de ambos lados estuvieran gastados de tanto luchar y allí entrarían los espías para no dejar títere con cabeza gangrenándolo todo.....



2.-CARNE

Venturiano era un carnicero muy cobarde que contemplaba tácitamente los trozos de carne en los que se convertía normalmente una vaca de matadero. No solamente por ser carnicero sino más bien por vicioso de la sangre era un empedernido seguidor del toro. Y por ello no había corrida aparente a la que no fuese y así vestido con toda su cobardía regalaba a su cerebro sensaciones placebas al ver salir la sangre de las crestas de los toros recibidos por banderillas, picas repetidas y espadas curvadas y con filos de cuchillo de cirujano.

Todo estaba por cambiar y a la vez quedarse como estaba. Y es que a veces la razón y el tiempo se unen para hacer el amor y traen secretos de alcoba traducidos en leyendas.

Venturiano no solamente era un artista de la crítica taurómaca, además y gracias a su gran vocación a la sangre hacía los trabajos gratuitos en la plaza de toros con los animales que una vez sacrificados a golpe de sable pasaban por la zona de despiece.

Allá estaba él con un delantal de cuero negro que daba vida a la vulgaridad de las novelas negras empapadas de sangre, asesinos y muertes desconcertantes.

Con sus cuchillos bien afilados preparados junto con una puntilla para rematar a lo que ya venía muerto.

Una vez y tras el sonido de los cornetines y los aplausos se descubría por la puerta la entrada de las mulillas entre el hedor continuo de las deposiciones de estos equinos que sin vergüenza cagaban sin control por cualquier lado de la entrada. Allá y a espaldas de los muleros venia recibido el toro ya muerto y lo acostaba en medio de la oquedad del lugar el propio Venturiano para hacerle un nudo con una cadena sobre los cuernos ya nada amenazadores.

Una ve terminada la operación y por medio de una trócola comenzar a subir los seiscientos ochenta y siete quilos del astado para desproteger la zona de las tripas y poder hincar el cuchillo carnicero y abrir con contundencia dejando caer al húmedo suelo de cemento tripas, sangre, y corazón, …