Un dia debia de contar una historia, que nos hiciera de reir juntos, la del cura aquel, el incontestable, el paciente, el insufrible, el masticable.
Algiuien más amigo que sacerdote, que no me hacía comulgar con las ruedas del carro del cristo de las injurias, a pesar de ser autor de muchas y vecino de otras tantas.
Nunca me acerqué tanto a la iglesia como con él. Siendo objetivo, preferia buscar a Dios a mi manera, no contando con aquellos que predican desde el altar de la abundancia y la vida sosegada, pero él, del que es dificil no llenar una agenda con adjetivos oportunos, me empujaba sobrepticiamente y con descaro hacia la iglesia.
Su soledad era solo suya y la mantenía heroícamente escondida tras una sonrrisa inteligente que rompia los defectos humanos que conyevaba su existencia.
Cura Hippye, asi lo llamaba mi hermano y yo asentia por estar todo de acuerdo con ese adjetivo. Cura Cabron, pensaba para mis adentros, porque me hacía ocultar mis dudas sobre el mal, porque con sus actos esa mala fortuna no tenía exito en mi vida.
Solo puedo pensar de él, que su vida me ha dejado un recado para legar a mis hijos, una historia de amor personal que le mantenía en lucha contra la injusticia ocasional de la miseria, de la mala suerte, de lo injusto, del desprecio, de la falta de oportunidades y de la vida por encima de la muerte.
No soy mas creyente que el que vive, pero si Dios anda por algun rincón, espero que le haya echo un hueco para cercenar la mala suerte de su partida, gozando, ahora, con su compañía.
Creo que es de merito propio, para nuestro consuelo, que su Dios, nos conceda el deseo de pensar que allá donde esté, descanse, mirandonos con la sonrrisa que nos sedujo de niños y nos enamoro de por vida , dando sentido a nuestra existencia.
Edu ya vives en nosotros...
miércoles, 18 de febrero de 2009
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