En un fondo oscuro, sobre un atrio redondo, acababa posado un piano brillante de color negro, que emitía todas las noches sonidos de pianista entre los claro-oscuros paralizantes de la luz tenue que dos luces de escenario, marcaban con su rebote sobre la platea, sin dejar de ver al pianista. Un personaje que utilizaba sus dedos para articular escrituras de partituras musicales dignas de los dioses y para un público que también se escondía en lo oscuro de la sala, entre el humo del tabaco y vasos de alcohol con hielo...
Pero esa noche, solamente la mesa numero 11 estaba ocupada. Todas las demás mesas se encontraban sin ocupar.
Vacías como el bolsillo de un pobre, como el árbol muerto...
Nuestra historia comienza sobre las once de la noche, cuando el pianista toca y entre las notas musicales allá por la oscuridad de la mesa 11 solo el humo advierte de la presencia de alguien sentado. Solo la línea gris que viaja por el aire acompaña al inquilino de dicha mesa entre la música.
De repente el piano deja de toar y el artista cae al suelo. El camarero corre en dirección a lo ocurrido, se agacha e intenta el auxilio, pero se levanta lentamente y se queda mirando el cuerpo. Levanta la cabeza, !huele a gas¡, comenta mirando hacia el humo que sale de la oscuridad, como queriendo hacer partícipe de esta canalla al individuo que se esconde en las sombras de la mesa 11.
Al instante, el camarero, se desploma junto al pianista...una espita abierta en algún lugar hace pensar que sea el autor de los desmallos y así parece porque todo el que se acerca a socorrer al pianista cae en el sueño del olvido atrapado por el gas traidor...
(Desde la mesa 11 alguien llama a emergencias y cuenta lo ocurrido y a los diez minutos aparecen en el bar una ambulancia con dos paramédicos, un conductor y dos policías).
Hacia los cuerpos inertes se acercan el médico, un auxiliar y un policía. Al llegar justo al lado del cuerpo del pianista, el médico y el auxiliar se desploman sin decir ni una sola palabra, caen al suelo como el fruto maduro del árbol.
El oficial de policía se acerca con la mirada fija en una estela de humo y no se da cuenta. Su atención está puesta sobre dicha estela, que sale desde el fondo oscuro del café y no repara en la tragedia. Sus pasos le llevan a acercarse lentamente hacia su final sin dejar de mirar el fondo oscuro de la mesa numero once...
Es en este instante cuando llama a su compañero, el otro oficial de policía que se encontraba esperando junto al coche, en plena calle. "¿Puedes venir?, hay algo sospechoso en el interior y necesito que me ayudes..."(Comento el policía por radio a su compañero)...
Este se presentó al instante pistola en mano, alarmado por la forma de requerir su presencia. Se dirigió hacia su compañero y juntos, con los cañones de sus pistolas en dirección hacia el humo de la mesa once, avanzaron lentamente sorteando otras mesas, oliendo, cada vez mas a gas...
Al llegar a la mesa ambos policías se miraron sorprendidos, encontraron un cenicero con un cigarro encendido y gas, mucho gas...
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2 comentarios:
Esto tiene un futuro muy prometedor...
Besos y gracias por seguir.
FELICIDADES .Nos haces disfrutar de tus historias, que son muy amenas, sigue asi chavalote ,no dejes de escribir, sete da vastante bien . Besitos
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